De
una manera u otra estaba fuera de su alcance: o moría en la Gran Noche o
conseguía la libertad como sus padres y regresaba a Isla Menor. Algunos de los
vampiros segadores en el FESTUM deseaban que llegase el momento de tenerla bajo
sus brazos, la harían suya en el fango y después destrozarían ese terso cuello
mientras le succionaba toda la sangre de su cuerpo hasta que no quedase un
ápice de ese aire de superioridad que emanaba cada vez que se cruzaba con sus
miradas. Sabían que ahora no podían tocarla o lo pagarían con su vida, el señor
de los vampiros, lo había dejado claro: Mara era la primera candidata del
FESTUM de este año, el plato fuerte para divertir a las masas. Ya se había
anunciado en todos los avances del programa que, año tras año, batía los
records de audiencia entre los vampiros. Se había comunicado que ese año había
una participante muy especial, incluso se había proyectado su rostro de manera
fugaz, alimentando la curiosidad y el deseo hacia su persona.
Para
la Noche de la Libertad, los vampiros habían diseñado un enjambre tecnológico
de cámaras con sensores nocturnos, unidades móviles y toda la tecnología más
avanzada heredada de los humanos para proporcionar la mejor calidad de imagen y
sonido del evento; había que lograr que cualquier vampiro en un rincón remoto
del mundo sintiese la desesperación y el pánico de los participantes como si
estuviesen al alcance de su mano. Los organizadores sabían que nada
proporcionaba más morbo a los vampiros que ver a la hija de dos supervivientes
destrozada a manos de alguno de los segadores o devorada por una alimaña
salvaje, dando una lección a todos aquellos que aún recordaban a los
supervivientes como a héroes a los que imitar, si ella caía, destrozarían el
símbolo de esperanza en que Mara se había convertido.
Los
humanos eran obligados a presenciar el FESTUM, y aunque la mayoría disfrutaba
al verlo, lo contemplaban con contenida emoción por ver si aún había alguna
esperanza y los elegidos podían arrojar algún rayo de luz en el rincón más
oscuro del planeta.
Se
levantó inquieta, sabía que al día siguiente salía la lista de los festantes
para participar en aquel macabro pasatiempo, ya sabía que su nominación era
clara, pero quería conocer quien lucharía a su lado por la supervivencia.
Durante todo el tiempo de reclusión, desde que la habían apartado de sus
padres, hacía algo más de dos años, Mara no había hecho amigos, apenas si se
había relacionado con alguien aparte de sus carceleros. Realmente solo estaba
Melanie, una compañera de la celda de al lado, con la que compartía un par de
horas de patio para ejercitarse, pero solo hacía unas semanas que la habían
encerrado, a su lado, por alentadora del desorden público. Los vampiros decían
que exaltaba a las masas, les hacía pensar y removía sus consciencias durante
los escasos momentos de descanso y ocio en las fábricas. Su espíritu
revolucionario era admirado por muchos de los humanos, así que no querían
desperdiciar la oportunidad de demostrarles que revelarse contra ellos no les
iba a servir de nada. Melanie también sabía que era uno de los nombres seguros
para el FESTUM. Su historia también era desoladora, Melanie había sido elegida
como “ponedora” en año anterior, tan solo le habían robado un hijo, al
escucharla la primera vez lloró en silencio al ponerse en el lugar de la joven,
“Prefiero morir en las fauces de uno de
esos monstruos antes que dejar que me arrebaten otra criatura que haya llevado
en mis entrañas”. Sus lágrimas constataban la dureza de lo que había
vivido, nunca más la volvió a ver llorar, ni siquiera cuando de enfrentaba a
los vampiros y la golpeaban con dureza o trataban de aterrorizarla mostrándole
sus colmillos y su rostro desfigurado amenazándola con una muerte lenta y
dolorosa, Melanie era una muchacha fuerte y con una gran determinación, tenerla
a su lado durante el FESTUM, en cierto modo, le daba cierta tranquilidad,
cualquier cosa antes de malvivir en aquel infierno.
Por
duro que pareciese, miles de personas tenían la esperanza de resultar elegidos
en aquel juego infernal. Cuando todo tu mundo se centra en el sufrimiento y el
maltrato, cualquier resquicio de cambio o libertad se agarra como si fuese un
hierro ardiendo al que te agarras al borde del abismo. Cada año se repetía la
misma historia, los pobres infelices que eran seleccionados saltaban de alegría
sin darse cuenta que eran simples ratoncillos de laboratorio recorriendo los
estrechos pasillos de un laberinto creado con listones de madera, mientras unas
amenazantes víboras se les aproximaban, inexpugnables, a darles caza, ¿qué posibilidad tenían? Mara no podía
evitar sentirse nerviosa y en parte aterrada, no porque temiese a la muerte, si
no porque no quería imaginar qué sería de sus padres si veían en directo a
través de la televisión cómo la mataban… Solo esperaba poder regresar junto a
ellos, aunque ya no sería lo mismo, no regresaría siendo la misma niña inocente
y confiada, había contemplado el sufrimiento y el dolor extremo delante de sus
narices, en ocasiones lo había sufrido ella misma demasiado cerca, había visto
demasiadas cosas para que la despreocupada chiquilla que abandonó Isla Menor
regresase simplemente a casa con los brazos abiertos y preguntase qué había de
cenar sin cuestionar demasiadas cosas o preguntarle a sus padres por qué no
hacían nada para cambiar la situación de miles de personas que sufrían a diario
en ese lugar, no entendía cómo podía seguir sufriendo
inmóviles e impertérritos ante el dolor de sus iguales y el propio sufrimiento.
De
repente, Mara recordó que había algo más que la hacía “especial”, por así
decirlo… sonrió levemente, satisfecha.
Fin del capítulo 1
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