Thursday 10 September 2015

FESTUM, Capítulo 1, parte 8







De una manera u otra estaba fuera de su alcance: o moría en la Gran Noche o conseguía la libertad como sus padres y regresaba a Isla Menor. Algunos de los vampiros segadores en el FESTUM deseaban que llegase el momento de tenerla bajo sus brazos, la harían suya en el fango y después destrozarían ese terso cuello mientras le succionaba toda la sangre de su cuerpo hasta que no quedase un ápice de ese aire de superioridad que emanaba cada vez que se cruzaba con sus miradas. Sabían que ahora no podían tocarla o lo pagarían con su vida, el señor de los vampiros, lo había dejado claro: Mara era la primera candidata del FESTUM de este año, el plato fuerte para divertir a las masas. Ya se había anunciado en todos los avances del programa que, año tras año, batía los records de audiencia entre los vampiros. Se había comunicado que ese año había una participante muy especial, incluso se había proyectado su rostro de manera fugaz, alimentando la curiosidad y el deseo hacia su persona.

Para la Noche de la Libertad, los vampiros habían diseñado un enjambre tecnológico de cámaras con sensores nocturnos, unidades móviles y toda la tecnología más avanzada heredada de los humanos para proporcionar la mejor calidad de imagen y sonido del evento; había que lograr que cualquier vampiro en un rincón remoto del mundo sintiese la desesperación y el pánico de los participantes como si estuviesen al alcance de su mano. Los organizadores sabían que nada proporcionaba más morbo a los vampiros que ver a la hija de dos supervivientes destrozada a manos de alguno de los segadores o devorada por una alimaña salvaje, dando una lección a todos aquellos que aún recordaban a los supervivientes como a héroes a los que imitar, si ella caía, destrozarían el símbolo de esperanza en que Mara se había convertido. 


Los humanos eran obligados a presenciar el FESTUM, y aunque la mayoría disfrutaba al verlo, lo contemplaban con contenida emoción por ver si aún había alguna esperanza y los elegidos podían arrojar algún rayo de luz en el rincón más oscuro del planeta.

Se levantó inquieta, sabía que al día siguiente salía la lista de los festantes para participar en aquel macabro pasatiempo, ya sabía que su nominación era clara, pero quería conocer quien lucharía a su lado por la supervivencia. Durante todo el tiempo de reclusión, desde que la habían apartado de sus padres, hacía algo más de dos años, Mara no había hecho amigos, apenas si se había relacionado con alguien aparte de sus carceleros. Realmente solo estaba Melanie, una compañera de la celda de al lado, con la que compartía un par de horas de patio para ejercitarse, pero solo hacía unas semanas que la habían encerrado, a su lado, por alentadora del desorden público. Los vampiros decían que exaltaba a las masas, les hacía pensar y removía sus consciencias durante los escasos momentos de descanso y ocio en las fábricas. Su espíritu revolucionario era admirado por muchos de los humanos, así que no querían desperdiciar la oportunidad de demostrarles que revelarse contra ellos no les iba a servir de nada. Melanie también sabía que era uno de los nombres seguros para el FESTUM. Su historia también era desoladora, Melanie había sido elegida como “ponedora” en año anterior, tan solo le habían robado un hijo, al escucharla la primera vez lloró en silencio al ponerse en el lugar de la joven, “Prefiero morir en las fauces de uno de esos monstruos antes que dejar que me arrebaten otra criatura que haya llevado en mis entrañas”. Sus lágrimas constataban la dureza de lo que había vivido, nunca más la volvió a ver llorar, ni siquiera cuando de enfrentaba a los vampiros y la golpeaban con dureza o trataban de aterrorizarla mostrándole sus colmillos y su rostro desfigurado amenazándola con una muerte lenta y dolorosa, Melanie era una muchacha fuerte y con una gran determinación, tenerla a su lado durante el FESTUM, en cierto modo, le daba cierta tranquilidad, cualquier cosa antes de malvivir en aquel infierno.


Por duro que pareciese, miles de personas tenían la esperanza de resultar elegidos en aquel juego infernal. Cuando todo tu mundo se centra en el sufrimiento y el maltrato, cualquier resquicio de cambio o libertad se agarra como si fuese un hierro ardiendo al que te agarras al borde del abismo. Cada año se repetía la misma historia, los pobres infelices que eran seleccionados saltaban de alegría sin darse cuenta que eran simples ratoncillos de laboratorio recorriendo los estrechos pasillos de un laberinto creado con listones de madera, mientras unas amenazantes víboras se les aproximaban, inexpugnables, a darles caza, ¿qué posibilidad tenían? Mara no podía evitar sentirse nerviosa y en parte aterrada, no porque temiese a la muerte, si no porque no quería imaginar qué sería de sus padres si veían en directo a través de la televisión cómo la mataban… Solo esperaba poder regresar junto a ellos, aunque ya no sería lo mismo, no regresaría siendo la misma niña inocente y confiada, había contemplado el sufrimiento y el dolor extremo delante de sus narices, en ocasiones lo había sufrido ella misma demasiado cerca, había visto demasiadas cosas para que la despreocupada chiquilla que abandonó Isla Menor regresase simplemente a casa con los brazos abiertos y preguntase qué había de cenar sin cuestionar demasiadas cosas o preguntarle a sus padres por qué no hacían nada para cambiar la situación de miles de personas que sufrían a diario en ese lugar, no entendía cómo podía seguir sufriendo inmóviles e impertérritos ante el dolor de sus iguales y el propio sufrimiento.


De repente, Mara recordó que había algo más que la hacía “especial”, por así decirlo… sonrió levemente, satisfecha.

Fin del capítulo 1

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