Los
humanos que habían sobrevivido al exterminio y que eran usados para fines
alimenticios, se encontraban afinados en una gran isla perdida en el pacífico,
llamada Isla Muerte. Allí eran tratados como comida, ganado dispuesto para el
matadero, se los trasportaba en estrechas jaulas, medio drogados, y no
importaba el estado mental de sus cerebros, solo les interesaba su sangre…
Los
vampiros se divertían haciéndoles sufrir, tratándonos como simples trozos de
carne, comida o mascotas a las que maltratar en un modo parecido en el que los
humanos habían tratado a los pollos, cerdos, vacas y demás animales de los que
se habían alimentado en el pasado. Les gustaba recordárselo: solo eran
alimentos, los trataban de ese modo para que se despojasen de cualquier
resquicio de humanidad que les pudiese permitir volver a pensar de manera
autónoma y consiguiesen sublevarse, no obstante, de vez en cuando, los vampiros
debían frenar algún levantamiento de algún grupo de humanos que no tenían nada
que hacer contra esas colosales máquinas depredadoras, capaces de partir a un
hombre en dos pedazos con la fuerza de sus brazos
Desde
muy jóvenes, sabían que podían llevar a cabo dos tipos diferentes de
ocupaciones en aquellas grandes despensas de humanos:
Al
cumplir la mayoría de edad, el año que más temían desde la guardería hasta la
escuela, bien podían ser destinados a proporcionar alimento a los vampiros
encerrados durante unas pocas semanas en alguna de esas horripilantes
“ordeñadoras”, lo cual significaba que pasar el resto de tu vida, a lo sumo 21
días, desangrándote y alimentándote en una de esas sillas de tortura destinadas
a obtener hasta la última gota de tu sangre. Al principio, los cuerpos
resistían, no obstante, tras una semana perdiendo y recuperando litros y litros
de sangre, el organismo no aguantaba y moría poco a poco tras dolorosas
convulsiones y espasmos. Pero esa forma de proporcionar alimento no era mucho
mejor que ser transportados en vehículos hasta las “ferias de muestreo” en las
que el mejor postor, podía hacerse con un cuerpo para hacer con él lo que
quisiese: servirlo a sus invitados en una fiesta, abusar sexualmente de él hasta
que suplicaba la muerte; o en el mejor de los casos, alguno de aquellos
retorcidos vampiros podrían encapricharse del humano y fantasear con
transformarlo en uno de ellos, aunque no estaba bien visto debido a la
superpoblación vampírica del planeta, necesitaban más y más humanos de los que
alimentarse, pero sobraban vampiros. Sin embargo, los vampiros no eran unos
seres que fuesen capaces de cernirse a restricciones... Estaban acostumbrados a
poder poseerlo todo, y de manera rápida.
Debido
a esta impaciencia vampírica que se mostraba de manera natural en todos ellos,
en las épocas de mayor “sequía” de humanos, los dirigentes de los vampiros
suministraban una sustancia que se mezclaba con algo de sangre que se nos
extraía, y era suministrada para combatir ese “mono” de sangre que también
tenía otra finalidad: anulaba el virus que contagiaba, por así decirlo, la
enfermedad del vampiro a cualquier humano, impidiendo así que los humanos
subastados y comprados desapareciesen de la faz de la tierra bajo un apetito
voraz e incontrolable. De esta forma se ayudaba a controlar la población de
vampiros que había aumentado sin control en los últimos años.
La
otra ocupación era igual de denigrante y mortal: Parir y criar nuevos bebés
humanos que les sirviesen para alimentarse…
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