La
fuerte lluvia azotaba sobre su cabeza, no podía pensar, dormir, siquiera
respirar. Ya casi no recordaba lo que era ser una persona, o aquellos años
felices junto a sus padres en aquella isla, aquello se había esfumado; qué
feliz e ingenua había sido, aislada de todo, incluso de la cruda realidad que
día a día debía soportar el resto de la gente… Su isla, el último reducto de
humanidad libre, era una pequeña sociedad formada por menos de cien personas
que vivían como lo hicieron los primeros seres humanos, felices en su
cotidianeidad a pesar de saberse observados, apartados en una tierra infestada
de vampiros sanguinarios que habían dominado y controlado la tierra desde la
última gran guerra en 2030.
Las
siniestras criaturas, cansadas de aguardar en las tinieblas, de ver cómo otros
seres más irresponsables y efímeros controlaban el planeta, desplegaron sus
fuerzas y todo su poder en forma de un poderoso y despiadado ejército de
vampiros sanguinarios que fue destruyendo al ser humano, poco a poco, como un
malévolo cáncer que iba alimentándose de los cuerpos caídos de las gentes de
ciudades enteras y, más tarde, fueron los países los que acabaron
desapareciendo.
Ni
siquiera las armas nucleares pudieron frenar esa plaga apocalíptica… Nada los
detuvo. La luz del sol les hizo daño al principio, el día se convirtió en el
único respiro que daban a los humanos. Esto fue hasta que también aprendieron a
usar carros de combate y vehículos con protección en sus ventanas para poder
atacar incluso de día, a la luz del sol. Ahora se habían convertido en la nueva
especie dominante del planeta, la evolución continuaba con ellos, pero un nuevo
reto se presentaba ante los vampiros: demostrar si eran dignos de dominar la
tierra como había hecho el ser humano durante miles de años, o quedar ante
todos como una simple malformación genética condenada a la extinción. Una duda
se planteaba ahora, si los vampiros desaparecían, tal vez desaparecerían todos,
incluso el ser humano. Por primera vez, una especie les había plantado cara, e
incluso había vencido a los humanos, aunque estaba claro que les necesitaban,
los hombres eran un mal necesario: necesitaban alimentarse de ellos.
Actualmente,
el ser humano casi se había extinguido. Casi se dieron cuenta tarde, pero
supieron perdonar la vida a unos miles de ejemplares humanos, con el único
propósito de seguir alimentándose de ellos. Muchos de los pobres infelices,
nacidos en las nuevas generaciones de humanos, habían crecido con la carencia
de sentirse libres, y asumían que la libertad era una recompensa solo al
alcance de aquellos que participaba en el FESTUM. Los humanos eran controlados
hasta la saciedad, maltratados, torturados y asesinados sin motivo alguno, por
esto, algunos de los más antiguos pedían clemencia a sus dioses suplicándoles
que en algún escondite, en algún lugar recóndito del mundo, un grupo de humanos
pudiese hacerse fuerte y llegase a plantarles cara, una especie de rebelión de
los humanos que los liberase de su agónica existencia…
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